Miryam, la campesina
El viernes estaba lloviendo bastante fuerte acá en Nairobi. Yo caminaba hacia Kianda, en Kibera, y las calles estaban atestadas de agua y barro por doquier. Calle arriba, una mamá se cruzó en mi camino. Llevaba un niño pequeño en sus espaldas, y de su frente, sujetada con una larga tira de trapo, pendía una garrafa de agua. Con su mano derecha cogía un viejo y roído paraguas, que sólo la cubría parcialmente, pero lo suficiente como para que el bebé estuviera seguro. Nuestras miradas se cruzaron por breves instantes, aunque suficientes para retener en mis ojos su rostro, y para que ella mantuviera en los suyos mi saludo. « Takueyna, mama » - le dije. « Igo » - me respondió ella, sonriendo entre divertida y agradecida. Vi al bebé dormir plácidamente bajo la lluvia fría, ajeno al peso que compartía junto a la garrafa de agua en las espaldas de su madre. El Reino de Dios puede ser comparado a una madre que soporta el peso de la leña en su cabeza, o el peso de las garrafas de a...