María y José, de Nazaret, del resto de Israel. Del grupo de los últimos y olvidados. Sin herencia, ni casta, ni linaje qué mostrar
Una doncella, representante y símbolo de todos los pobres preferidos del Buen Dios Yahvé.
El otro, hombre justo, cuyo corazón estaba siempre orientado a Dios (“Yo dormía, pero mi corazón estaba despierto” Cantares 5,2). Aun en sus sueños, José confiaba en el Dios de la promesa, en el Dios de sus antepasados, en el Dios guía y pastor de su pueblo.
José no pronuncia una sola palabra en todo el Evangelio, pero habla mucho mas de lo que creemos. Su silencio y sus sueños, sus acciones y su confianza en Dios, son tremendas.
¿Cuántas de las parábolas e historias de Jesús no serán reminiscencias de su infancia?
No lo sabemos. Pero seguro el buen juicio, el buen humor, la templanza y la sabiduría, crecieron en el calor del hogar (Lc 2,52).
Un reino de Dios, tan pequeñito como un grano de mostaza, pero que al crecer se convierte en refugio de vida para todas las aves del campo.
- Mira pequeño – parece decirle José al niño- el reino de los cielos, crece como la hierba del campo, en silencio y sin ruido, durante la noche. Crece dentro de ti, dentro de todos, aunque no sepamos cómo. Ven, que ya es hora de descansar y dormir.
Y las manos del padre cerrando los ojitos del pequeño.
- Es hora de dormir. Mañana será un día mejor, porque tú estás en nuestro mundo. Descansa. Duerme mi niño. Sueña con el Dios que nos salva.
Y en lo alto de la casa, el padre apaga el fuego de la lámpara, pero su corazón permanecerá ardiendo durante el silencio de la noche.
San José y la animación misionera
San José tiene mucho que decir a la animación misionera de la Iglesia. José, el hombre del silencio, no es el protagonista. Con corazón de padre, guía, cuida, muestra, enseña y aprende junto al niño de sus ojos… El foco de su mirada está en el niño confiado a su cuidado. Pero que no le pertenece. El niño ha de crecer en sabiduría y gracia, capaz de volar y ser empujado por la fuerza del espíritu. Junto al niño, José descubre la alegría del espíritu.
La animación misionera de la Iglesia, es una acción desde el silencio, tras bastidores, permitiendo que el espíritu realice su obra.
José, hombre justo, acostumbrado al discernimiento. Ante la duda, espera, y escucha. Busca las luces propias de quien ama la sabiduría revelada a la gente sencilla (Gracias, ¡Padre!).
Esta dimensión, la del discernimiento, es clave en la animación misionera de la Iglesia.
“No temas en acoger al niño y a su madre en tu casa. Porque el niño es fruto del espíritu” (Mt 1,20). Recibimiento de la buena noticia “que es alegría para todo el mundo”. ¿Puede, el que está lleno de gozo, guardar para sí semejante alegría? En Ain Karem, dos mujeres celebraron la vida aún no nacida. En la casa de José, esa vida fue protegida desde sus inicios. Acogida del evangelio, cuidado de la vida, de toda vida. Lección para la animación misionera de la(s) Iglesia(s).
“Toma al niño y a su madre, y huye a Egipto” (Mt 2,13). Salida y riesgo. Aun en mitad de la noche, confiar en aquél que nos llama (y no tomarlo como un fantasma que camina sobre las aguas [Mt 14, 22]. Es el Dios que nos llama a correr el riesgo del encuentro en el servicio del evangelio. Subir a Egipto. Ir a la otra orilla. A los confines del mundo, reconociendo que quien nos ha llamado, ya ha puesto su morada allí a donde nos envía. Y nos invita a encontrarle en mitad de todos los pueblos de la tierra. No para imponer nuestros criterios, sino para salir juntos, de las esclavitudes de tantos “egiptos” de nuestro tiempo.
Hijo del Carpintero
Se eleva el sol, pero desde abajo
Crecer el amor como el viento
Despeja los cielos
Y brilla el azul y el verde y el ocre y el café
Nace, el hijo del hombre
Hijo de carpintero
Entre los pobres de la tierra.
Hijo de hombre y de esperanza
Carpintero y campesino
Hombre de sudor y de trabajo
Albañil, “todero”, hacedor
Hijo de hombre, carpintero
Hijo de verdad, hombre verdadero
Cuentacuentos, poeta, predicador
Atento al fluir de la vida
Abierto al misterio del cosmos
Inquieto por las preguntas fundamentales
Hermano del sol, la luna, el viento
Hijo de hombre, carpintero,
Levantado en el desierto
Que baja de las nubes formadas
Por el polvo de la tierra
Polvo de los que caminan y transitan
El destierro hacia la libertad merecida
Hijo de hombre
Esclavo que se hace liberador
O libertador que, liberándonos de la esclavitud
Se hace el ultimo
Hijo de Adán, siervo sufriente
Hermano, hijo de carpintero que
Con su amor infinito
Dio sentido a nuestros sin sentidos
Dueño de sí.
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