Nuevos "Jonases" para las nuevas Nínives


Nuevos “Jonases” para las nuevas Nínives

O la pregunta de por qué ser misionero es cuestión de ir a la otra orilla …

La Vida es movimiento continuo. Ese es su más grande distintivo: dinamismo, movilidad. Nada de lo que tiene vida permanece estático. Árboles y selvas, ríos y mares, grandes bestias salvajes, ¡todo lo creado! está en movimiento.
El Evangelio genera vida, porque brinda vitalidad, fuerza… Porque ANIMA; y por ende, genera movimiento, y ruptura con todo aquello que atenta contra la vida, con todo aquello que produce estancamiento, aburrimiento, y rutina. Todo lo que no genera vida, se opone al Evangelio. Por eso la Buena Noticia es comparable al viento que sopla, a los lirios de un campo, a la luz que alumbra chispeante en medio de la sala, a la mujer que barre la casa, a la levadura que crece, a la semilla que muere y genera vida…
Frecuentemente vemos a Jesús en movimiento, cruzando senderos, caminos, “cruzando hacia la otra orilla” de los límites culturales y religiosos.
En el Evangelio, sufrir algún tipo de parálisis, quedarse al borde del camino, es sinónimo de inamovilidad y de muerte. Por eso, restaurar la vida, significa para Jesús “poner en movimiento”, romper con las ataduras de la comodidad, la indiferencia, acabar con “el siempre se ha hecho de esta forma y no es posible cambiar”.
 Bajar, subir, acercarse, cruzar, caminar… son verbos en estrecha relación con la Buena Noticia.
¿Cómo ser  fieles a ella, y permanecer sentados? ¿Cómo ser fieles a ese Buena Noticia, y continuar siendo los mismos instalados de siempre, medio moviéndonos sólo si alguien toca “nuestros intereses”?
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Puede ser una excusa, una manera de dejar en Dios mis responsabilidades para conmigo: la responsabilidad de ser plenamente humano y hermano (de los demás seres humanos y de TODA la creación).  “Que Dios hable”, “Que Dios me diga lo que DEBO hacer”. Porque siempre los demás (mis padres, mi cultura, mi religión) me han dicho lo que DEBO y lo que  No debo hacer.

Por muchos años yo estuve buscando esa “voz” de Dios. Yo QUERIA que Dios me hablara directamente. Y le buscaba a través de signos, símbolos, visiones. Buscaba la Voluntad de Dios, sin contar con mi PROPIA voluntad. Pero Dios no habla en secretos, ni hace portentos, ni produce signos milagrosos en el cielo. Me costó mucho entender esto, y fue doloroso también. Me costó entender que la presencia de Dios no produce temor, ni visiones infernales, ni dolor. Dios se manifiesta en lo sencillo, en lo simple, en lo humilde, en lo cotidiano. Es tan sencillo, que si no bajamos hasta lo sencillo, no podremos entenderlo. Mientras más nos preocupemos en subir, menos podremos "escucharle" porque Dios no está en los TRONOS de arriba, ni en las teologías mega-supra-divínicas, ni en las alabanzas meta-históricas e histéricas... Dios está en lo ordinario, en lo más humilde y escondido. Si miramos hacia arriba, no le veremos; pero si nos A-BAJAMOS, tal como ÉL lo hizo, entonces, y sólo entonces, ocurrirá el "milagro": cuando TODOS los seres humanos, y TODO lo CREADO empiece a hablarnos del CREADOR. Escuchar a Dios en TODO y en TODOS, es hacernos pequeños, es inclinarnos hacia lo humilde, lo poco, hacia todo lo que, aunque parece quebrarse, es fuerte, es eterno, es superior.
Creo que el Dios de Jesús, Padre y Madre, es tan frágil y tan humilde como una flor silvestre. Y creo que JAMÁS pasa sobre nuestra voluntad, ni nos violenta. Eso sí, Dios es PACIENTE, porque es AMOR y el AMOR es paciente...


Cuando buscamos y queremos algo, cuando DESEAMOS algo, la vida nos brinda las oportunidades y los espacios para alcanzarlo. La vida nos pone en situación, pues es dinámica, abierta, fluyente.



Buscando Señales fuera: Si estás pendiente de lo que ocurre fuera de ti, te pasarás la vida esperando cometas, apariciones de la virgen, que brille el sagrario, que la vela se derrita en forma del corazón de Jesús, que llueva escarcha, que caiga azufre, que las estrellas hablen, que el santo sepulcro se levante, que Fátima te revele el tercer secreto.... ETC. Todo eso forma parte de una espiritualidad ingenua e infantil, pero que para nada es sencilla y pequeña. Una espiritualidad de la sencillez, como el caminito de Teresa del Nino Jesús, por ejemplo, es una espiritualidad para adultos, para gente crecida y madura, para hombres y mujeres humanizadas y libres en la fe. Pero una espiritualidad infantil, implica andar por la vida profesando como bobos credos que ni entendemos, arrodillándonos y parándonos, parándonos y sentándonos para volvernos a arrodillar, sin entender nada. Una espiritualidad de gente adulta, consiste en no buscar señales, sino en ser SIGNO y SEÑAL de la presencia del Resucitado en el mundo.

El Signo de Jonás: A Jesús le pedían señales que avalaran su actuación y su enseñanza. Le exigían un signo extraordinario que fuese incuestionable, pero él sólo se limitó a contestar: "a esta generación no se les dará otra señal que la del signo de Jonás" (Mt 12,38-42; Lc 11,29-32).





La interpretación más tradicional acerca del “signo de Jonás” apunta a la muerte y resurrección de Jesús: “así como Jonás estuvo tres días en el vientre del pez, así Jesús estuvo tres días en el vientre de la tierra antes de resucitar”.
Pero hay otra interpretación. El ANUNCIO a los no-creyentes y su posterior conversión. La SEÑAL de Jonás, es SER ENVIADO. La SEÑAL de Jonás es la Misión. Jonás, a pesar de negarse una y otra y otra y otra vez, termina donde Dios le pidió en un principio. Y termina allí en medio de los "paganos" para demostrar el amor y la misericordia de Dios. Pues los "paganos" de Nínive terminan creyendo y aceptando a Dios mucho más fácilmente que el mismo Jonás, mucho más fácilmente que el “pueblo escogido”. La SEÑAL de Jonás es aceptar que la salvación no está sólo en manos de unos pocos, sino que la salvación es UNIVERSAL, y que sobrepasa toda religión y todo credo. Esto es harto difícil de entender en ciertos ambientes católicos, donde aún se piensa que sólo nosotros somos los depositarios de la fe, y que sólo nosotros somos los salvados y los salvadores. Por eso, por esta concepción tan reduccionista, mucha gente se pregunta "¿por qué ir a África o a la China si hay tanto que hacer aquí?".  ¿Qué significa "Tanto que hacer aquí"? ¿Comodidad? ¿Prestigio? ¿Poder? ¿Qué nos sucedería si un día pasamos hacia la otra orilla, vamos hacia otras fronteras, a pueblos donde es imposible “predicar” en público, en países donde cualquier signo religioso es perseguido? ¿Qué pasaría si un día nos quitan la enseñanza católica en las escuelas, o construyen una Mezquita frente a nuestra casa, o prohíben los crucifijos por el lenguaje violento que encierran? ¿Se acabaría entonces el cristianismo, la fe en Jesús, la esperanza en la Buena Nueva? Cuando se es mayoría, es fácil no comulgar con otras creencias, es fácil señalarlas y descalificar al que piensa o expresa su fe de forma distinta, o al que ha elegido una manera de vivir diferente de lo que se ha etiquetado como “normal”. Pero cuando damos el paso “hacia la otra orilla”, y convivimos con las minorías, con los desplazados, con los marginados; cuando somos nosotros mismos, minoría, entonces, nuestra mente se amplía, y nuestro corazón se ensancha. Entonces, las respuestas que damos nos sorprenden, porque tal vez no es la que esperábamos, o tal vez no ES LA QUE ESPERABAN LOS DEMÁS que diéramos. Porque ese es otro problema. A veces creemos que nuestras respuestas  tienen que agradar a los otros, y eso no es ser fieles a nuestro llamado. Si DAMOS respuestas que agraden a TODO el MUNDO, agradaremos a TODOS, pero seremos infelices nosotros... 



El SIGNO de Jonás es ir hasta los últimos, hasta los más humildes y pequeños... Es A-BAJARNOS para encontrar a Dios en lo sencillo.

Dios está aún en lo que no parece humano, y en todo lo que es distinto a nosotros, porque está marcado con las cicatrices del sufrimiento, la guerra, el hambre, la pobreza, la discriminación. Dios está en los “eunucos” de este tiempo, que como el etíope ministro de la reina Candaces (Hech 8,26-40) aceptó la Buena Noticia con alegría y libertad. A pesar de ser un “perro extranjero”, a pesar de ser “la mitad de un hombre”, aceptó el mensaje liberador, para ser mensajero también de esa Buena Nueva.
El pueblo de Nínive hoy, son los marginados que viven en situaciones infrahumanas en Venezuela, en África, la China, Camboya,  Honduras, India, Costa Rica (y en más del 80% de la humanidad que viven sin los más mínimos recursos). Los Ninivitas de hoy no necesitan catequesis, o cantos de alabanza, o procesiones majestuosas, o apariciones marianas. Los Ninivitas de hoy necesitan nuestra presencia, nuestro consuelo, nuestro amor, nuestra esperanza.
Si “hay tanto qué hacer” significa comodidad y conformismo, eso no es ser coherentes con el Reino que Jesús predicó. Predicar el Reino es vivir en dinamismo, es salir de la comodidad, es ser los JONASES que este mundo necesita.



Comentarios

  1. Te envio un cordial saludo deseándote todo lo mejor de este mundo en este nuevo ano.

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