A Venezuela herida, y Esperanzada



El sol se levantó esa mañana más temprano que de costumbre.

Mis ojos, aún durmientes, tardaron en adaptarse a la fuerte luz del mediodía express.

El aleteo de las palomas, sorprendidas en su sueño, retumbó en mis oídos. "Juisui - juisui - juisu... Juisu - Juisui"

Yo creía dormir, pero mi corazón estaba anclado en el tiempo. "¡Traz!... traz... traz!" - sonaron los disparos en la avenida la Paz.

Un grito, un llanto... ¡TRAZ!... un asqueroso silencio.

"Que se levante el sol: ¡Levantaos, bastardos hijos de mi tierra!"... Gritó la fanfarrona voz del afeminado mandatario, Padre de la patria, abuelo de los padres de la patria, benefactor de los beneficiados por las prevendas de los coprófagos de los desechos de la patria... Semi-dios, semi-hombre, semi-ser...

"Loas y alabanzas y loas y honor y loas y gloria Al único, al total, al perfecto benefactor y padre de la nación, Señor de nuestra historia".

A la hora en que el sol se levantaba asustadizo y acorralado, Erguido por los bravucones gritos del jefe de todos, del jefe de todo; A esa misma hora, María le decía adiós a sus captores:

"¡Traz... traz... TRAZ!" - la mano de María caía en la calzada.

Cementerios de huesos olvidados, De carnes violadas por cochinas palabras: "Qué bello... qué hermoso este pueblo mismo que me aclama... Yo derramo mi amor, derramo mi paz sobre vuestras cabezas".

Y al doblar de las campanas, el amén descontinuado ante el señor.

Su voz, su afeminada y rígida vocecilla, por tanto tiempo timiducha, paliducha, blandengue, Creció de pronto, como un erupto, como una flatulencia de carne corrompida.

Jesús e Inocencia Blanco están de luto, su hijo Santiago fue obligado a pasar el páramo ayer. Santiago tenía puestos los ojos en el mañana... de la libertad.

"Plin... traz... Plin-tiplin". Doblan las campanas acompañando a cada muerto: el de cada hora. Pero en el doblar, el ruido de la bala se cobija.

"Que verdeen los montes... que florescan los desiertos, porque me da la gana y yo lo mando". Monologaba el mandarín-mandarán frente al espejo: desnudo de pudor, desnudo de honor.

"Que paran los mangos, perros, y que los sueños sean oscuros para siempre". El amén de los acólitos era cadencioso, sucio y solitario... Vendiendo sus almas por el verde papel del norte.

A la señal convenida: hombres y perros y cerdos y ministros queman sus holocaustos y sus inciensos... Sombras podridas, esqueletos políticos que se sostenían con la renta proveniente del negro oro, del oro negro.

Pero, aunque la noche, aunque el derroche, aunque el silencio cómplice... La verdad saldrá a la luz tarde o temprano. Y la justicia será posible, posibilitando la paz y la concordia. Ese día, luego de siglos de marginaciones y heridas, Esa mañana, o tarde, o nuevo amanecer, Tras tanta sangre derramada Tanta lágrima contenida Tanta indignación Tanto deseo insatisfecho... Ese día, pues, brillará el sol, Al levantarse libre y firme.

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